219.
1991
Estados Unidos
Thrash Metal
*****
Última entrega de Dark Angel. Es el más complejo y técnico de los discos de la banda, y para muchos es la mejor placa, aunque puristas siguen aclamando a Darkness Descends como mejor, debido a que es más crudo, más directo y simplemente más bestial que cualquier otro álbum de Dark Angel.
En cuanto a sonido también es el más cristalino, el más limpio y el mejor producido. La producción quedó a cargo del famoso productor Terry Date.
Ahora bien, toda esta mejora en ningún caso le quita una pizca de agresividad a la música del grupo. Con doscientos cuarenta y seis riffs en nueve canciones, y durando sesenta y siete minutos (como decía un poster oficial de este álbum), tenemos alrededor de 27 riffs en promedio por tema, lo que es bajo cualquier prisma, un evidente exceso. Pero no sorprende de una banda que según leí por ahí, se dedicaba a cultivar un “Ultra Heavy Thrash Metal”. No podía estar más de acuerdo con esa singular definición para el arte de Dark Angel, puesto que si hay algo que caracteriza a esta banda desde su segundo disco en adelante es su poco comprometido sonido, su falta absoluta de apego comercial, su capacidad asombrosa de simplemente arrasar con todo como si se tratara de un terremoto descomunal, y de llevar su música hasta los límites del género. Más encima, con un talento musical que no se discute, una más que increíble ferocidad musical, y una fuerza avasalladora que se siente como si a uno le cayeran mil ladrillos en la cabeza desde el cielo.
Lo más destacable de este álbum, aparte de la recarga de riffs asesinos, complejos e intricados, es la asombrosa muestra de dominio y virtuosismo de Gene Hoglan, que no sólo muele su batería y la hace sonar como una descarga de ametralladora, sino que también se encargó de casi todas las letras. Letras fuertes, acerca de temáticas relacionadas con dolor, decadencia, violaciones, traumas, desilusiones, amarguras, desesperanza, descontento y demás tragedias humanas. Hay un tema que va en contra de la religión organizada, "The New Priesthood", que escapa un poco al resto de los temas en cuanto a temática existencial, y se perfila más como la típica temática metalera. Las letras son muy largas, claras, directas y con un mensaje claro: la vida no es dulce. Y este álbum lo que menos tiene es una pizca de dulzura. Lo único que se podría criticar del álbum es que las canciones son muy largas, pero considero que ese es un detalle menor dentro de una obra maestra de thrash metal como nunca más se volvió a hacer.
Estados Unidos
Thrash Metal
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Última entrega de Dark Angel. Es el más complejo y técnico de los discos de la banda, y para muchos es la mejor placa, aunque puristas siguen aclamando a Darkness Descends como mejor, debido a que es más crudo, más directo y simplemente más bestial que cualquier otro álbum de Dark Angel.
En cuanto a sonido también es el más cristalino, el más limpio y el mejor producido. La producción quedó a cargo del famoso productor Terry Date.
Ahora bien, toda esta mejora en ningún caso le quita una pizca de agresividad a la música del grupo. Con doscientos cuarenta y seis riffs en nueve canciones, y durando sesenta y siete minutos (como decía un poster oficial de este álbum), tenemos alrededor de 27 riffs en promedio por tema, lo que es bajo cualquier prisma, un evidente exceso. Pero no sorprende de una banda que según leí por ahí, se dedicaba a cultivar un “Ultra Heavy Thrash Metal”. No podía estar más de acuerdo con esa singular definición para el arte de Dark Angel, puesto que si hay algo que caracteriza a esta banda desde su segundo disco en adelante es su poco comprometido sonido, su falta absoluta de apego comercial, su capacidad asombrosa de simplemente arrasar con todo como si se tratara de un terremoto descomunal, y de llevar su música hasta los límites del género. Más encima, con un talento musical que no se discute, una más que increíble ferocidad musical, y una fuerza avasalladora que se siente como si a uno le cayeran mil ladrillos en la cabeza desde el cielo.
Lo más destacable de este álbum, aparte de la recarga de riffs asesinos, complejos e intricados, es la asombrosa muestra de dominio y virtuosismo de Gene Hoglan, que no sólo muele su batería y la hace sonar como una descarga de ametralladora, sino que también se encargó de casi todas las letras. Letras fuertes, acerca de temáticas relacionadas con dolor, decadencia, violaciones, traumas, desilusiones, amarguras, desesperanza, descontento y demás tragedias humanas. Hay un tema que va en contra de la religión organizada, "The New Priesthood", que escapa un poco al resto de los temas en cuanto a temática existencial, y se perfila más como la típica temática metalera. Las letras son muy largas, claras, directas y con un mensaje claro: la vida no es dulce. Y este álbum lo que menos tiene es una pizca de dulzura. Lo único que se podría criticar del álbum es que las canciones son muy largas, pero considero que ese es un detalle menor dentro de una obra maestra de thrash metal como nunca más se volvió a hacer.